martes, 12 de diciembre de 2006











EL ESTADO LIBERAL y EL ESTADO DIRIGISTA.
Tal vez podríamos decir que desde nuestro punto de vista de productores primarios poco importa esta cuestión. Que todo esto es tema de políticas partidarias, ideológicas o económicas y que en nuestro sector convivimos productores de ambas tendencias y de todos los matices intermedios que podamos imaginar.
Quizás sea cierto que no deba incursionar en estos temas, de todas formas me reservo el derecho a equivocarme y mucho más el de cambiar de parecer y rectificar mis dichos. De modo que convencido que toda organización gremial, que por definición defiende intereses corporativistas requiere de la más amplia participación de sus integrantes, en el acierto o en el error, es que me decidí a realizar la siguientes reflexiones y compartirlas con Uds.
Es corriente escuchar hoy en día críticas al actual gobierno acusándolo de intervensionista en el sector privado y persecución fiscal excesivamente celosa.
Estoy convencido que el nuestro ha sido y sigue siendo un sector “huérfano de todo apoyo Estatal e institucional” (Ministro José Mujica, Punta del Este, 26 de junio de 2005). Con esto no reclamo ningún paternalismo estatal, no se me vaya a mal interpretar, sino simplemente que se nos allanen obstáculos burocráticos y que se nos apoye a coordinar políticas nacionales de ordenamiento de la producción nacional, de la misma forma que se hace en otras actividades productivas.
1. Creo que es necesario e imprescindible que se implante a la brevedad una política sanitaria nacional. De la misma forma que se aplican en la producción ganadera. Es importante, para evitar problemas sanitarios, con los países importadores de nuestra miel que los medicamentos a aplicar en las colmenas sean regulados por autoridades nacionales. No digo la autorización o prohibición de ciertas marcas o principios activos, sino a la regulación de la forma de dosificarlos y los momentos en que esto se deba hacer, así como la rotación de los mismos, cuando corresponda. Quizás no logremos la erradicación de ciertos flagelos, como varroa, pero si es de nuestro interés su control y reducción de sus poblaciones al mínimo posible. Me parece difícil de alcanzar estas metas dejando la toma de decisiones al libre albedrío de cada uno de nosotros. No es más ni menos de lo que ya se ha hecho en la política de control de la fiebre aftosa, alternando periodos de vacunación obligatoria con otros en de prohibición de la misma. Todo esto en procura de lograr una mejor y mayor colocación en el exterior de nuestros productos cárnicos. ¿Y nosotros....?
2. Paralelamente las exigencias de los mercados se han ido incrementando imponiéndonos nuevas condiciones de producción (trazabilidad) y de manipulación del producto (decreto de registro y habilitación de salas de extracción). Nos gusten o no, las compartamos o discrepemos con ellas, son parte de la realidad, y de una u otra forma deberemos adaptarnos a ellas. Esto y el aumento de otros insumos, combustible por ejemplo, ha hecho que nuestros costos de producción se hayan incrementado y simultáneamente el precio de la miel en el mercado mundial ha ido aproximándose a sus valores históricos coadyuvando ambos factores a una sensible baja en los márgenes de rentabilidad del sector. Esta es la realidad que enfrentamos, es independiente de nuestra voluntad e independiente de lo que podamos hacer o dejar de hacer.
Intuyo que los históricos, los que quedamos luego de los años de coyuntural bonanza y algunos de los nuevos, queremos permanecer en la actividad por vocación, por amor a estos animalitos más que por la inversión circunstancial en un sector particularmente rentable. De todas formas no debe tratarse de una actividad deficitaria. Es preciso que nos profesionalicemos para mantener la viabilidad económica de la apicultura. No somos formadores de precios, de esto no cabe ninguna duda, y malamente podemos bajar costos fijos, ergo, debemos aumentar la productividad, los kilogramos por colmena. ¿Cómo? Esto es opinable, quizás haya más de una posibilidad, pero creo que parte de la solución está en el tipo de abejas que manejamos. Seguro es que recibiré críticas de muchos compañeros defensores de nuestra abeja “criolla”, pero es sabido que buena parte de los mayores productores mundiales de miel han optado por la abeja Ligústica. Es mi opción, pero existen otras posibilidades como la Eglon (Eric Österlund) o la Buckfast (Karl Kerhle). Lo fundamental, a mi juicio, es realizar una buena opción en el tipo de abeja y sumarle una buena selección genética. Es sabido lo difícil que resulta el control parental en la reproducción de estos insectos, por esto es que este tipo de mejoramiento debe hacerse a escala nacional. Si yo opto, cosa que haría, por la Ligústica, y mi vecino por otra, lo que posiblemente suceda es que en el correr del tiempo estemos trabajando con híbridos casuales, los que en al primera generación, comúnmente llamada F1, obtengamos buenos rendimientos de producción, incluso superando en a las “puras”, pero es sabido que un híbrido no transmite a su descendencia sus cualidades, no es útil como pie de cría. Nuestra abeja es un híbrido azaroso, todo esto dicho intuitivamente ya que carezco de información con validez científica de muestreos representativos para la determinación de sus orígenes (¿existirá algún estudio al repecto?), de melífera melífera, melífera ibérica y melífera ligústica. Tampoco hay en el país una selección genética masiva, que permita de alguna forma mejorar la performance de producción y facilitar el manejo, acortando los tiempos de dedicación por colmena. Salvo lo que he escuchado a Ciro Invernizi, no conozco investigación dedicada al mejoramiento de la producción a nivel nacional.
¿Acaso en algún momento no cambiamos nuestro rodeo cimarrón por razas puras importadas de Europa? ¿Acaso los cabañeros no realizan una selección genética que de alguna forma busca el mejoramiento del rodeo nacional? ¿Es que no es la nuestra una producción agropecuaria, que con sus especifidades, es del mismo tipo? ¿Esto necesariamente es repetir el error del Dr Keer?
He intentado infructuosamente averiguar las condiciones en que se me permitiría introducir abejas reinas fecundadas desde Argentina. La respuesta más concreta que he recibido ha sido de la necesidad de una cuarentena, ¿pero cómo evitar que las abejas se aíslen de su entrono? Si bien las reinas no salen mayormente, ésta debería ser menor de 30 días para evitar que sus hijas lo hicieran. ¿No podría enjambrar alguna accidentalmente?
Estamos de prestados en tierras ajenas, ¿no sería conveniente mantener abejas con un instinto defensivo menos marcado? ¿Quién no conoce alguien que no haya debido mover sus apiarios por problemas con los propietarios, personal o animales? Al menos yo si.
¿Es necesario iniciativa estatal? Si sin dudas, esto debe ser una política masiva, nacional. ¿Qué apicultor pasa de largo ante un enjambre posado? Yo no lo hago.
¿Qué problemas puede haber en introducir en nuestro país animales provenientes de otros que tienen un desarrollo significativamente mayor de la apicultura? Algunos con trabas sanitarias más exigentes que las nuestras. Las abejas no se paran en los alambrados que limitan las propiedades rurales, tampoco creo que lo hagan ante una línea imaginaria o un río que separa políticamente a una misma región con iguales condiciones geográficas y climáticas de uno y otro lado.
Arq Luis A. Flores Tais


En provincia de Buenos Aires
LA AFRICANIZACION DE LA ABEJA ES CASI INEXISTENTE
El Ministerio de Asuntos Agrarios informa, a través de la Chacra Experimental apiario Pedro J. Bover, que el muestreo realizado sobre la Caracterización molecular dela abeja melífera, implementado entre mayo de 2005 y febrero de 2006 en el interior de la provincia de Buenos Aires, arrojó como resultado que los apiarios están poblados en un 92% por la abeja italiana, un 3% de abeja europea (mezcla africana con Ibérica) y tan solo un5%de abeja africanizada.
De acuerdo a los sondeos en el muestreo de los 300 apiarios, en el interior bonaerense no hay africanización en las abejas. El trabajo llevado adelante se implementó dividiendo la provincia en regiones teniendo en cuenta las características de los apicultores, en cuanto al movimiento de las colmenas en la época de floración, ya que es allí donde cambian la población de los apiarios. Al mismo tiempo, se definieron las regiones a partir de agrupar los productores, por un lado los multiplicadores de material vivo o a los apiarios que se dedican a la producción de abejas reinas, y los que se dedican a las producciones de núcleos y de miel.
El relevamiento efectuado por técnicos de la Dirección Provincial de Desarrollo Rural, pudieron detectar los casos de africanización en las zonas donde se produce el movimiento de colmenas a nivel interprovincial.

Por lo tanto, los apiarios del norte de Buenos Aires se extienden a la zona de la Mesopotamia, y en el sur los productores las trasladan a la floración frutícola de Río Negro.
Los casos de africanización están detectados en la zona del Delta, donde se desplazan los productores hacia la Mesopotamia, y en Bahía Blanca, a partir de detectar los panales (enjambres) que llegan incrustados en los barcos. En ambos casos están relevados los apicultores que tienen africanización en sus apiarios.
Cabe destacar que el muestreo fue financiado por el CFI (Consejo Federal de Inversiones), también participó del análisis molecular la Universidad de Murcia, España. A partir del trabajo efectuado, cada productor que aportó con la muestra hoy cuenta con un certificado delMAAdonde se expide la salubridad de su apiario, lo cual les permitirá contar con una herramienta más en el momento de la comercialización.
Fuente y fotos:Área Prensa,MAA Sitio web:www.maa.gba.gov.ar










EL ESTADO LIBERAL y EL ESTADO DIRIGISTA.
Tal vez podríamos decir que desde nuestro punto de vista de productores primarios poco importa esta cuestión. Que todo esto es tema de políticas partidarias, ideológicas o económicas y que en nuestro sector convivimos productores de ambas tendencias y de todos los matices intermedios que podamos imaginar.
Quizás sea cierto que no deba incursionar en estos temas, de todas formas me reservo el derecho a equivocarme y mucho más el de cambiar de parecer y rectificar mis dichos. De modo que convencido que toda organización gremial, que por definición defiende intereses corporativistas requiere de la más amplia participación de sus integrantes, en el acierto o en el error, es que me decidí a realizar la siguientes reflexiones y compartirlas con Uds.
Es corriente escuchar hoy en día críticas al actual gobierno acusándolo de intervensionista en el sector privado y persecución fiscal excesivamente celosa.
Estoy convencido que el nuestro ha sido y sigue siendo un sector “huérfano de todo apoyo Estatal e institucional” (Ministro José Mujica, Punta del Este, 26 de junio de 2005). Con esto no reclamo ningún paternalismo estatal, no se me vaya a mal interpretar, sino simplemente que se nos allanen obstáculos burocráticos y que se nos apoye a coordinar políticas nacionales de ordenamiento de la producción nacional, de la misma forma que se hace en otras actividades productivas.
1. Creo que es necesario e imprescindible que se implante a la brevedad una política sanitaria nacional. De la misma forma que se aplican en la producción ganadera. Es importante, para evitar problemas sanitarios, con los países importadores de nuestra miel que los medicamentos a aplicar en las colmenas sean regulados por autoridades nacionales. No digo la autorización o prohibición de ciertas marcas o principios activos, sino a la regulación de la forma de dosificarlos y los momentos en que esto se deba hacer, así como la rotación de los mismos, cuando corresponda. Quizás no logremos la erradicación de ciertos flagelos, como varroa, pero si es de nuestro interés su control y reducción de sus poblaciones al mínimo posible. Me parece difícil de alcanzar estas metas dejando la toma de decisiones al libre albedrío de cada uno de nosotros. No es más ni menos de lo que ya se ha hecho en la política de control de la fiebre aftosa, alternando periodos de vacunación obligatoria con otros en de prohibición de la misma. Todo esto en procura de lograr una mejor y mayor colocación en el exterior de nuestros productos cárnicos. ¿Y nosotros....?
2. Paralelamente las exigencias de los mercados se han ido incrementando imponiéndonos nuevas condiciones de producción (trazabilidad) y de manipulación del producto (decreto de registro y habilitación de salas de extracción). Nos gusten o no, las compartamos o discrepemos con ellas, son parte de la realidad, y de una u otra forma deberemos adaptarnos a ellas. Esto y el aumento de otros insumos, combustible por ejemplo, ha hecho que nuestros costos de producción se hayan incrementado y simultáneamente el precio de la miel en el mercado mundial ha ido aproximándose a sus valores históricos coadyuvando ambos factores a una sensible baja en los márgenes de rentabilidad del sector. Esta es la realidad que enfrentamos, es independiente de nuestra voluntad e independiente de lo que podamos hacer o dejar de hacer.
Intuyo que los históricos, los que quedamos luego de los años de coyuntural bonanza y algunos de los nuevos, queremos permanecer en la actividad por vocación, por amor a estos animalitos más que por la inversión circunstancial en un sector particularmente rentable. De todas formas no debe tratarse de una actividad deficitaria. Es preciso que nos profesionalicemos para mantener la viabilidad económica de la apicultura. No somos formadores de precios, de esto no cabe ninguna duda, y malamente podemos bajar costos fijos, ergo, debemos aumentar la productividad, los kilogramos por colmena. ¿Cómo? Esto es opinable, quizás haya más de una posibilidad, pero creo que parte de la solución está en el tipo de abejas que manejamos. Seguro es que recibiré críticas de muchos compañeros defensores de nuestra abeja “criolla”, pero es sabido que buena parte de los mayores productores mundiales de miel han optado por la abeja Ligústica. Es mi opción, pero existen otras posibilidades como la Eglon (Eric Österlund) o la Buckfast (Karl Kerhle). Lo fundamental, a mi juicio, es realizar una buena opción en el tipo de abeja y sumarle una buena selección genética. Es sabido lo difícil que resulta el control parental en la reproducción de estos insectos, por esto es que este tipo de mejoramiento debe hacerse a escala nacional. Si yo opto, cosa que haría, por la Ligústica, y mi vecino por otra, lo que posiblemente suceda es que en el correr del tiempo estemos trabajando con híbridos casuales, los que en al primera generación, comúnmente llamada F1, obtengamos buenos rendimientos de producción, incluso superando en a las “puras”, pero es sabido que un híbrido no transmite a su descendencia sus cualidades, no es útil como pie de cría. Nuestra abeja es un híbrido azaroso, todo esto dicho intuitivamente ya que carezco de información con validez científica de muestreos representativos para la determinación de sus orígenes (¿existirá algún estudio al repecto?), de melífera melífera, melífera ibérica y melífera ligústica. Tampoco hay en el país una selección genética masiva, que permita de alguna forma mejorar la performance de producción y facilitar el manejo, acortando los tiempos de dedicación por colmena. Salvo lo que he escuchado a Ciro Invernizi, no conozco investigación dedicada al mejoramiento de la producción a nivel nacional.
¿Acaso en algún momento no cambiamos nuestro rodeo cimarrón por razas puras importadas de Europa? ¿Acaso los cabañeros no realizan una selección genética que de alguna forma busca el mejoramiento del rodeo nacional? ¿Es que no es la nuestra una producción agropecuaria, que con sus especifidades, es del mismo tipo? ¿Esto necesariamente es repetir el error del Dr Keer?
He intentado infructuosamente averiguar las condiciones en que se me permitiría introducir abejas reinas fecundadas desde Argentina. La respuesta más concreta que he recibido ha sido de la necesidad de una cuarentena, ¿pero cómo evitar que las abejas se aíslen de su entrono? Si bien las reinas no salen mayormente, ésta debería ser menor de 30 días para evitar que sus hijas lo hicieran. ¿No podría enjambrar alguna accidentalmente?
Estamos de prestados en tierras ajenas, ¿no sería conveniente mantener abejas con un instinto defensivo menos marcado? ¿Quién no conoce alguien que no haya debido mover sus apiarios por problemas con los propietarios, personal o animales? Al menos yo si.
¿Es necesario iniciativa estatal? Si sin dudas, esto debe ser una política masiva, nacional. ¿Qué apicultor pasa de largo ante un enjambre posado? Yo no lo hago.
¿Qué problemas puede haber en introducir en nuestro país animales provenientes de otros que tienen un desarrollo significativamente mayor de la apicultura? Algunos con trabas sanitarias más exigentes que las nuestras. Las abejas no se paran en los alambrados que limitan las propiedades rurales, tampoco creo que lo hagan ante una línea imaginaria o un río que separa políticamente a una misma región con iguales condiciones geográficas y climáticas de uno y otro lado.
Arq Luis A. Flores Tais


En provincia de Buenos Aires
LA AFRICANIZACION DE LA ABEJA ES CASI INEXISTENTE
El Ministerio de Asuntos Agrarios informa, a través de la Chacra Experimental apiario Pedro J. Bover, que el muestreo realizado sobre la Caracterización molecular dela abeja melífera, implementado entre mayo de 2005 y febrero de 2006 en el interior de la provincia de Buenos Aires, arrojó como resultado que los apiarios están poblados en un 92% por la abeja italiana, un 3% de abeja europea (mezcla africana con Ibérica) y tan solo un5%de abeja africanizada.
De acuerdo a los sondeos en el muestreo de los 300 apiarios, en el interior bonaerense no hay africanización en las abejas. El trabajo llevado adelante se implementó dividiendo la provincia en regiones teniendo en cuenta las características de los apicultores, en cuanto al movimiento de las colmenas en la época de floración, ya que es allí donde cambian la población de los apiarios. Al mismo tiempo, se definieron las regiones a partir de agrupar los productores, por un lado los multiplicadores de material vivo o a los apiarios que se dedican a la producción de abejas reinas, y los que se dedican a las producciones de núcleos y de miel.
El relevamiento efectuado por técnicos de la Dirección Provincial de Desarrollo Rural, pudieron detectar los casos de africanización en las zonas donde se produce el movimiento de colmenas a nivel interprovincial.

Por lo tanto, los apiarios del norte de Buenos Aires se extienden a la zona de la Mesopotamia, y en el sur los productores las trasladan a la floración frutícola de Río Negro.
Los casos de africanización están detectados en la zona del Delta, donde se desplazan los productores hacia la Mesopotamia, y en Bahía Blanca, a partir de detectar los panales (enjambres) que llegan incrustados en los barcos. En ambos casos están relevados los apicultores que tienen africanización en sus apiarios.
Cabe destacar que el muestreo fue financiado por el CFI (Consejo Federal de Inversiones), también participó del análisis molecular la Universidad de Murcia, España. A partir del trabajo efectuado, cada productor que aportó con la muestra hoy cuenta con un certificado delMAAdonde se expide la salubridad de su apiario, lo cual les permitirá contar con una herramienta más en el momento de la comercialización.
Fuente y fotos:Área Prensa,MAA Sitio web:www.maa.gba.gov.ar

domingo, 3 de diciembre de 2006

De certificación, trazabilidad, salas de extracción y otras yerbas.
Son los temas del momento. Creo que no debe haber reunión de apicultores en los que estos temas no caigan sobre la mesa y en la mayoría de los casos generando resistencia de parte de los productores.
1 En la mayoría de los casos desconocemos de que trata un sistema de certificación de la calidad de los procesos de un sistema productivo cualquiera sea este. Un sistema de certificación de la calidad no garantiza en ningún caso que el resultado o el producto final sea necesariamente bueno o del agrado del consumidor.
¿De que sirve entonces? Es la intervención de un tercero, la empresa certificadora, ajeno a la relación entre las partes, vendedor comprador, que avala que el vendedor realiza sus procesos siempre de una determinada forma, procurando de esta forma cierta uniformidad en el producto final. Si el producto es malo, será malo siempre y con los mismos defectos. No es esto un invento de las certificadoras, es una exigencia de los compradores, de nuestros clientes, que buscan un determinado producto porque la relación precio calidad los satisface y es de nuestro interés lograr que encuentren lo que buscan. Desde el ford T en adelante las empresas han perdido la capacidad de hacer que los consumidores compren lo que las empresas tenían para vender, ahora debemos ofrecer lo que los consumidores quieren comprar o simplemente quedarnos fuera del mercado.
2 La trazabilidad es un sistema de registros de origen y destino de un producto desde el sector primario hasta el vendedor minorista. Tampoco es un invento del Sr. Ministro José Mujica. No es porque las vacas queden más bonitas de caravanas. Si una señora que compra un kilogramo de miel en un supermercado en París encuentra una inconformidad en el producto, debe ser posible rastrear el origen del mismo y todas las transformaciones que el mismo sufrió desde el productor primario hasta que apareció en la góndola. Si todos los proceso están certificados será posible, mediante los registros, poder investigar en qué transformación y de quién es la responsabilidad de la inconformidad y si la misma se debe a un accidente o a métodos erróneos. ¿Por qué nos sirve? Porque si hubiera un problema de residuos químicos, cumafos por ejemplo, no necesariamente los importadores dejarán de comprar toda miel uruguaya, sino que se podrá individualizar a qué productor se le compró la miel con estos residuos, no afectando, necesariamente, al conjunto de los productores uruguayos. Me conviene que todos los compañeros productores estén adheridos a un sistema de trazabilidad, pero para poder pedirle esto a los colegas tengo que empezar por aplicarlo yo mismo.
3 En cuanto a las nueva reglamentación sobre salas de extracción de miel, su registro y la obligación que se nos impone de extraer nuestro producto en los lugares habilitados, me resulta tan de Perogrullo que las quejas al respecto no logra más que extraerme una leve sonrisa. Han pasado los tiempos en que podíamos hacer las cosas a la criolla. Nosotros mismos, cuando somos clientes o consumidores de otros productos, no hacemos más que plantear las mismas exigencias. Hace tiempo que no compramos la leche al señor que la repartía, hasta los principios de los setenta, en un carrito tirado por un caballo ordeñando quién sabe en que condiciones y dando lugar a cuentos como la leche con renacuajos. Ahora exigimos la leche en sachet, pasteurizada y con ciertas garantías de higiene en los procesos. La miel es un producto que del productor primario al consumidor no sufre más alteraciones que el envasado o el corte con otras de distinto origen, colores u orígenes florales. Es elemental que cualquier contaminación con residuos químicos o físicos es inadmisible y que debe ser evitada a toda costa.
Estos tres temas han levantado tanta resistencia entre los productores como injustificadas son las mismas. Tenemos que entender que no son caprichos del gobierno de turno, son exigencias del consumidor, de nuestro cliente, del que nos paga por lo que hacemos. Sin clientes no existe mercado. Las opciones son satisfacer las demandas de los consumidores o salirnos del sistema. El objetivo de cualquier empresa es satisfacer a sus clientes para lograr su permanencia en el mercado.
No se trata de lograr un precio diferenciado por cumplir con estos puntos, es simplemente, si queremos o no, vender nuestra miel.
¿Suben con esto los costos de producción? De ninguna manera, no se pueden interpretar como costos las inversiones mínimas que nos permiten realizar esta, o cualquier otra, actividad productiva. Así cómo no es para nadie un costo el tiempo que le insume aumentar su número de colmenas realizando núcleos o comprándolos, sin abejas no hay miel. Sin compradores no hay apicultura.
Arq. Luis A. Flores Tais